Quería compartir con los lectores del blog el capítulo 8 de un escrito que realicé durante varios años, lo inicié a los 19, lo paraba por largo tiempo, y lo reiniciaba por ratos, y que está publicado solo para la venta por Amazon.com, el cual podría llamar "Novela", pero creo que es un nombre un poco cursi y nada apropiado si detallamos la forma como se explica esta inusual y enredada historia.
El libro se llama Él, Soñador, cuenta con 18 capítulos, realmente muy cortos, no pasa de 100 páginas, y como les comenté, está publicado AQUI en Amazon.com.
Les adelanto que este es un Copy and Paste de un borrador algo viejo, de seguro diferente al que está en Amazon, sin algunas correcciones que se realizaron posteriormente, así que perdonen mis horrores de ortografía.
Aquí se los dejo.
VIII Sueños de Vida
Despertó con la sensación de no tener control sobre su propia vida, aunque sabía que hasta ese momento había llevado un buen vivir.
Eran las tres de la tarde de un domingo cualquiera.
Una lluvia de inquietudes le despertaba, y mientras retomaba nuevamente el sueño enrollando su cuerpo entre las sabanas, recapacitaba acerca ciertos detalles de su forma de vida que no le gustaban.
Cada vez más dependía del uso un buen número de tarjetas de crédito, dado que su salario no le alcanzaba para sobrevivir. Aunque para él siempre había sido una bendición poder contar con un respaldo financiero en aquellos momentos cuando el salario le quedaba corto ante el costo de la vida. Aun así, le vino una repentina preocupación por los altos niveles de endeudamiento que comenzaban a volverse impagables.
Algo adicional le preocupaba; era incapaz de llegar temprano al trabajo, siempre había una razón, nunca faltaban las excusas, siempre había una falla mecánica, un despertador que no sonaba, un accidente de transito y un congestionamiento vial. Sin embargo, hasta ahora contaba con la indiferencia de sus jefes ante estos hechos. De ellos no esperaba menos que su confianza y complacencia después de ser tratado como un “perro” en la oficina.
También habían muchas cosas por terminar y promesas no cumplidas con sus familiares y amigos, y hasta consigo mismo, nunca se lo habían reprochado, ni mucho menos exigido, al fin y al cabo eran favores, pero esa tarde comenzaba a sentir un peso de conciencia por varias cosas negativas en su vida que de repente recordaba.
Se preguntaba por qué no terminaba de madurar y de asumir una mejor actitud en pro de corregir sus defectos, debía con urgencia buscar las estrategias y métodos para no olvidarlo todo, además, necesitaba manejar mejor su carácter, y por otra parte, intentar al menos sentir un poco de vergüenza por el hecho de quedarse dormido en cualquier cosa que le sostuviera la cabeza. Incluso de pie.
Comenzó a buscar en su mente posibles respuestas a las inquietudes que su mente ocupaban.
“Cómo no he de usar la tarjeta de crédito si cada vez se hace más difícil hacer que el sueldo alcance para vivir.”
Se quejaba él sobre las presuntas causas de sus actuales condiciones económicas, y seguía:
“Este gobierno es incapaz de mantener controlada la inflación, sencillamente porque se la pasan malgastando un dinero que no tienen para luego cobrarnos más impuestos, y para colmos, obligan a los bancos a prestarles dinero y terminamos pagando todos la subida de las tasas de interés.”
“Mi amor”, le grita Ela desde la entrada del apartamento, “voy saliendo al centro comercia, chaaaoo”.
Esto le sacó de un aturdido y débil sueño que lo envolvía, un sueño lo suficientemente atontador como para no permitirle levantar cabeza.
“Aja”, llegó a decir.
“Y dígame ésta”, seguía su queja, esta vez contra Ela. “cuando llegará el día que inventen una vacuna contra el Mal de Compras, y es que ir de compras se ha convertido en un vicio tan arraigado entre las mujeres de nuestra sociedad que sencillamente no hacerlo las convertiría en seres infelices e incompletos, como un mismo drogadicto, y pensar que a mi lo que me hace feliz es dormir, lo cual es mucho menos productivo, pero definitivamente mucho más barato. Cómo ha de alcanzarnos el sueldo con semejante hueco en el bolsillo, un bolsillo que por cierto, nunca se termina de llenar, pues, cómo ha de llenarse si lo que te pagan se gasta antes de llegar a la cuenta bancaria, cómo es que le llama al sueldo hoy en día?, el salario eyaculación precoz?, el que junto con entrar se acaba. Todo esto es causa de las injusticias que se cometen en la compañía, pues, a pesar de las altas ganancias obtenidas por la empresa, sus dueños han sido incapaces de bonificar sustancialmente a su personal, claro está, los directivos son los primeros en incentivar al personal para protestar en contra del programa de estatizaciones gubernamentales”.
“Que no se les ocurra exigir la llegada a tempranas horas de la mañana cuando se celebre la convención nacional en nuestra sede de Ciudad del Río”, continuaba él su queja, “pues, no pienso perder un minuto de mi sueño para evitar el congestionamiento en el puente sobre el Río Araña, es más, deberían incluso pagarme la hora y media que tardo en atravesar el puente y llegar al flanco sur del río”.
“Es impensable cómo pueden tardar 15 años solo para culminar el estudio de factibilidad técnica de un segundo puente sobre el Río Araña, hay que ver semejante ineficiencia gubernamental, y es que este alcalde es pura cháchara, promesas y más promesas, y son incapaces de resolver el problema del transito en la ciudad, cómo pretenden que uno llegue temprano a la oficina?.”
Así continuaba él analizando las causas de la falta de control en ciertos aspectos de su vida. Asignando responsabilidades, culpando al sistema, al gobierno, a sus jefes, a su esposa, siempre había una razón fuera de él que explicará su actual situación.
“Tanto trabajo no te deja tiempo para vivir, y si no tienes tiempo para vivir tu vida, cómo pueden esperar que te quede tiempo para los demás”, se justificaba él.
“Sinceramente a veces provoca vivir como Diógenes de Sinope, como un ermitaño, vivir solo para vivir, sin rendirle cuentas a nadie, debería vivir en el cerro mejor escondido de la cordillera chilena, donde el campo te dé lo que necesites para vivir, pero no, cada mañana te levantas con la misma premura para salir de tu hogar con el mismo desespero, a luchar contra el bullicio citadino y el tráfago diario, luchando la batalla perdida contra el estilo de vida que te quita la vida”.
Repentinamente despertó, tenía el brazo derecho adormecido y el cuello adolorido, volteó su cuerpo para buscar acomodo y seguir durmiendo.
Eran las tres y media de la tarde de un domingo cualquiera, pero eso no era razón para despertar y seguir su queja más allá de esta realidad, en lo profundo de sus sueños.
“No le puedo caer bien a todo el mundo”. Se justificaba él de sus actitudes, “en todo caso, yo no como con hacer feliz a la gente, allá aquellos que no soportan la franqueza y la verdad que por lo general mis palabras expresan”
Pero había algo para lo que no encontró justificación, algo sumamente importante y que le movía el gusanito de la conciencia que tenía escondido muy dentro de sí.
No podía ni intentaba justificar el hecho de haber olvidado la ceremonia de su casamiento civil. Qué pensaría su esposa, Quizás que no la amaba?, sería ridículo pensarlo pero suficientemente fundamentado. Por lo que entendió todo reproche recibido. Ni siquiera él mismo podía perdonarse tal olvido.
Decidió que al respecto debía tomar acciones correctivas. Ya era hora de comenzar a cambiar estos aspectos de su vida.
“Tomaré las previsiones necesarias”, recapacitaba él al respecto, “hablaré con Albert para ver que me aconseja. Pensándolo bien, creo que si uno se lo propone, se compromete a cambiar, pero a la vez se organiza y planifica, con un poco de sentido común y creatividad, se puede tener el control de todas las circunstancias que nos rodean, incluso de aquellas de las cuales creemos no tener el control.”
Comenzaba a tomar una actitud menos resistente a los cambios que requería su estilo de vida y a sentirse más responsable por las circunstancias en las que vivía inmerso.
“Cómo es posible que mi mayor felicitad sea el dormir?”, se reprochaba así mismo, “Cómo puedo anteponer quince míseros minutos de sueño en menoscabo de la responsabilidad con el trabajo, pues, esos quince minutos no me darán ni mayor ni menor descanso, entonces me levantaré quince minutos antes cada mañana, y no solo eso, prepararé todo lo necesarios por las noches para salir al menos media hora antes del apartamento. Como diría Fontaine: De nada sirve el correr, lo que conviene es partir a tiempo”
“Y en cuanto al uso de las tarjetas de crédito, no las llevaré más conmigo, las dejaré en la casa guardadas solo para ser usadas en caso de alguna emergencia”, recapacitaba él procurando un mejor manejo de sus finanzas, así como de otras muchas cosas más que debía cambiar en su vida, para así tener el absoluto control de cada detalle, de cada evento, de cada circunstancia.
Allí estuvo algunas horas acostado, ni dormido ni despierto, lo suficientemente adormecido como para no poder levantar cabeza, pero lo suficientemente despierto como para lograr tomar algunas decisiones importantes para su vida.
El rechinar de la reja del lavadero le sacó de todo cavilar. Levantó su torso alertado por la posible entrada de un desconocido a su apartamento.
“Amor, ya llegué”, llegó a escuchar de parte de Ela. Eso le tranquilizó por completo. Recostó de nuevo su cabeza a la almohada y con ojos abiertos quedó con su vista en dirección a la puerta del baño, pero incapaz de ver algo concientemente. Su alma entera intentaba liberarse de un largo y poco reparador sueño vespertino. Comenzaba a tomar control de su cuerpo y mente y con poca lucidez trataba de recordar el sueño que le desbarataba el dormir, y que le hacía despertarse con dolores musculares generalizados.
“Para qué dormir si no logras descansar”, se quejaba él. Intentó nuevamente, aunque con poco interés, recordar el reciente sueño, pero al no ser capaz de recordarlo, se deshizo de la idea del mismo y se dispuso a levantarse con largos y fuertes estirones de cuerpo.
“En fin, no es la primera vez que no recuerdo un estúpido sueño”, justificaba él su pronta resignación a no recordar jamás lo vivido en su largo sueño.
Cuan pequeño sois si creéis dominar el mundo mas no domináis vuestra propia vida. Pero más pequeño sois cuando dejáis que la vida misma te domine ella solita.
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