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lunes, 23 de julio de 2007

Las calles se están enfriando y Hugo I sigue mandando.

Al parecer, esta vez el gobierno se ha salvado por la campana, la cual está representada en esta oportunidad por la mediática Copa América, la medianamente buena actuación de la Vinotinto, y el impacto del equipo argentino y sus estrellas. Todo esto coadyuvó al apaciguamiento de las protestas y al enfriamiento de las calles. Después de días donde la cantidad, calidad y cualidad de las protestas alcanzaron niveles nunca vistos, más en particularidad que en fuerza, más en continuidad que en contundencia.

Independientemente de los calificativos que se le puedan dar a las protestas estudiantiles, el punto es que ya están apaciguando su fuerza y continuidad, y a pesar de los constantes llamados a la protesta en la calle, e incluso, al llamado al 350, por parte de diversos sectores de la sociedad, y más aun, por la oposición de la Internet, las calles están lejos de ser lo que eran hace un mes, un hervidero de protestas y de llamados a la defensa de los derechos individuales, principalmente el de la libertad de expresión.

Las últimas protestas que se han desarrollado, siempre con la participación de los estudiantes universitarios, han contado con un número reducido de participantes, una cobertura mediana por parte de los medios de comunicación y un interés casi nulo de parte de los ciudadanos.

Muchos otros factores se le pueden asignar a este enfriamiento de las protestas, entre los que puedo mencionar: la falta de resultados, las responsabilidades académicas de los estudiantes (y laborales de la sociedad civil), últimamente, la culminación de las clases, la falta de apoyo de algunos medios de comunicación, la falta de un líder político creíble (Manuel Rosales es el de mayor poder económico y de movilización, sin embargo, es altamente rechazado por la sociedad civil caraqueña), entre mucho otros factores.

Todo esto da a entender que el régimen seguirá por largo rato en el poder, por lo menos hasta que el grifo de los petrodólares se cierre. Por otra parte, la “sociedad civil” por si sola no tiene la suficiente fuerza (ni el animo) para sacar un presidente o al menos menguar sus intenciones totalitarias. Hace falta alguna intervención (financiamiento, asesoramiento y apoyo logístico) extranjera del tipo que le quita el sueño a los gobiernos totalitarios latinoamericanos, o la participación de un partido político (o alianza varios de ellos) que organice, financie y nutra de participantes las protestas.

Ante esta situación, y ante la fuerza del llamado a abstencionismo (justificado), la reforma constitucional y la eternización de Hugo I en el poder va viento en popa, y solo será detenida por la combinación de su mala praxis económica y la bajada natural de los precios del petróleo

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