Moisés Naím / El Nacional
Es por la desigualdad económica. Y los bajos salarios. Por la baja o nula movilidad social y la falta de un futuro mejor para los jóvenes. Es por los servicios públicos infames. Y por la globalización y la pérdida de puestos de trabajo causada por las oleadas de inmigrantes, de productos chinos o de robots. También por los políticos que han perdido la sintonía con la gente y no representan más que a sí mismos y a los intereses de las élites. Por las redes sociales y los furtivos agentes que las utilizan para sembrar discordia, profundizar los resentimientos y la desconfianza que divide a la población, o hasta para crear nuevos conflictos. Es el resultante debilitamiento de la familia como núcleo de la sociedad. Es la pérdida de dignidad, de comunidad y de las tradiciones y reglas que contribuyen a crear identidad y sentimientos de afiliación y solidaridad. Es también por la discriminación racial o las tensiones entre grupos étnicos, religiosos o regionales. O por la necesidad de desalojar del poder un régimen político inaceptable o de resistir a la adopción de leyes injustas. Estas son solo algunas de las explicaciones más comunes de las protestas callejeras que están sacudiendo al mundo. Qué ensalada, ¿verdad? Hay de todo. Tanto mitos probadamente falsos como realidades fácilmente verificables. CLIC AQUI para seguir leyendo...
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