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martes, 18 de julio de 2017

17 años. Por Laureano Márquez


Laureano Márquez Blog / Runrunes

Diecisiete una edad límite: ya no eres un niño, pero tampoco eres mayor de edad. Es como la edad de la espera, la antesala de los anhelados 18 que parecen abrir todas las puertas de la libertad. Un ciclo de tu existencia termina, otro comienza, el de la dirección definitiva de la vida: te estás graduando de bachiller, de modo que profesión, ciudadanía, autodeterminación, están en tus expectativas de futuro. Eres un proyecto en el que tus padres depositaron todos sus ahorros de amor, entrega y esperanza, que ahora, justo ahora, comienza a producir dividendos extraordinarios. Diecisiete años pueden ser muchos, si se tienen, o muy pocos cuando se ven desde la madurez. Los que alcanzan la ancianidad los ven solo como un vago y lejano recuerdo de remota ternura. Pero cuando se tienen 17 años y el alma en plena efervescencia, con todo tu ser expresándose, con la conciencia limpia de la juventud atesorando sueños, uno puede creerse señor del mundo, incluso puede pensar que ha vivido bastante. Cuando se tienen 17 todo importa, la vida se toma con una gravedad que nos asusta a veces a los que dejamos hace tiempo esa edad. Nuestros hijos son mucho más serios que nosotros, mucho más sabios de lo que fuimos a su edad y hasta más bellos, como si la belleza también avanzara como la tecnología. Eso nos hace sentir orgullosos: los admiramos. Como todo se está estrenando, la conciencia, la propia responsabilidad, la coherencia entre el pensar y el ser, la sexualidad; todo tiene en esa edad la importancia justa que merece. Un rompimiento afectivo puede arruinar la vida de un joven, si no llega a entender que no es el fin del mundo, que seguramente vendrán otros, que el alma se va fortaleciendo con los dolores y el tránsito hacia la vejez no es otra cosa que acostumbrarse a sobrellevar las durezas de la vida con dignidad, aprendiendo de cada enseñanza para ser mejor. CLIC AQUI para seguir leyendo...


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