Era temprano en la mañana del domingo 20, cuando me disponía a realizar mi comprita quincenal. La bonita sorpresa fue que había unos cuantos potes de leche acumulados muy cerca de la salida. En ese instante tomé lo máximo permitido, dos potes.
En principio no se veía el nerviosismo acostumbrado cuando se trata de comprar leche, tal vez por la poca presencia de compradores, sin embargo, solo una hora después, el cerro de unos cuantos pisos de cajas de leche ya se había reducido a un pequeño grupo colocado de manera desordenada en el suelo.
La gente era poca, pero consecuente en la compra de la leche. No había empujones para agarrar un pote de leche, pero tampoco había quien se quedara sin tomar alguno.
En honor a la verdad, ya hemos superado la traumática situación de desabastecimiento de febrero de este año, cuando era toda una odisea conseguir leche así como otros productos de la cesta alimentaria, sin embargo, hemos tenido que acostumbrarnos a consumir productos de baja calidad y de dudosa composición con un sabor poco agradable y muy diferente a lo que acostumbrábamos conseguir en la leche el polvo. Como diría un maracucho, “con esa leche solo hace falta agregarle agua para hacer con ella arepas”.
Dios nos cuide del conformismo y de acostumbrarnos al estilo de vida del Socialismo del Siglo XXI.
En principio no se veía el nerviosismo acostumbrado cuando se trata de comprar leche, tal vez por la poca presencia de compradores, sin embargo, solo una hora después, el cerro de unos cuantos pisos de cajas de leche ya se había reducido a un pequeño grupo colocado de manera desordenada en el suelo.
La gente era poca, pero consecuente en la compra de la leche. No había empujones para agarrar un pote de leche, pero tampoco había quien se quedara sin tomar alguno.
En honor a la verdad, ya hemos superado la traumática situación de desabastecimiento de febrero de este año, cuando era toda una odisea conseguir leche así como otros productos de la cesta alimentaria, sin embargo, hemos tenido que acostumbrarnos a consumir productos de baja calidad y de dudosa composición con un sabor poco agradable y muy diferente a lo que acostumbrábamos conseguir en la leche el polvo. Como diría un maracucho, “con esa leche solo hace falta agregarle agua para hacer con ella arepas”.
Dios nos cuide del conformismo y de acostumbrarnos al estilo de vida del Socialismo del Siglo XXI.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario