La imagen en la cabecera de este post, aunque muestra muy poco, podría ser muy elocuente; un viejo galpón destechado, en precarias condiciones debido al abandono o el desuso de sus dolientes o propietarios; victima de la delincuencia juvenil y de los ladrones de patio; del comercio de chatarra que no perdona ni la cerca de ciclón; es una latente tentación para las invasiones, refugio para quien requiere intimidad con su pito de mariguana, y por qué no?, el viejo y abandonado galpón se convierte en ocasiones en motel improvisado para las parejas de los barrios aledaños.
Independientemente si es esta la mera realidad o es simplemente un fruto de mi imaginación, este galpón logró reflejar la mayoría de los vicios que vive nuestra sociedad, los cuales son los que considero los causantes de que este país se encuentre estancado en la pobreza y la marginalidad, a pesar de vivir en el ciclo alto de las economías sauditas. Me refiero a la pérdida de principios morales y éticos en todas las esferas y todos los ámbitos de la sociedad.
El galpón había sido presuntamente utilizado hasta hace muy poco como centro de acopio y distribución para los Mercalitos en la ciudad de Maracaibo. Desconozco los detalles de los usos que se le daba al viejo galpón de la “indulac”, como se le conoce en el sector la Arreaga de esta ciudad. Lo cierto es que en sus adyacencias se acostumbraba ver día tras día largas colas de vecinos tratando conseguir los productos de la cesta alimentaria. En febrero de este año, el galpón fue saqueado en su totalidad; imagino que seguirá siendo desmantelado y presumo que muy pronto el terreno será invadido. (Para conocer algunos detalles del por qué del saqueo, puede revisar al post Crónicas de un saqueo anunciado)
Típico de nuestro país, todo lo que toca el gobierno, indiferentemente de quién esté a cargo, inmediatamente se corrompe con las típicas prácticas del clientelismo, el compadrimos, el amiguismo, el sobreprecio presupuestario, los sobrepesos de mercancías entre otras prácticas corruptas cometidas por personal de todos los niveles, desde el vigilante que vende puestos en las listas de compradores o usuarios, hasta el gerente o encargado que institucionaliza el procedimiento de “habilitar” trámites o hasta incluso desviar el destino de la mercancía con fines lucrativos. No entiendo por qué la gran mayoría de los que laboran en un cargo público cambian la perspectiva del servidor público para transformarse en una cuerda de choros.
Pero son tan choros los ex-empleados del antiguo depósito que corrompieron el sistema como los compradores o usuarios que pagaban la tarifa; así también los que luego saquearon el galpón para revender la mercancía, igual que los que ahora lo desmantelan para venderlo como chatarra y tampoco se salvan los que esperan el apropiado momento para invadir los terrenos, algunos para vender las parcelitas. Todo el sistema está corrompido, demostrando en última instancia la total pérdida de valores y principios que rijan el comportamiento ciudadano de una manera apropiada.
Indiferentemente de quien esté en el poder; del capital humano que lleve a cabo los programas; de los recursos que se inviertan o de las herramientas que se utilicen, los resultados siempre son los mismos: los ejecutores son las principal traba, la herramientas resultan contaminadas y los recursos terminan siendo la causa del fracaso.
Ante esta circunstancia, concluyo con la interrogante: Se justifica entonces la expansión del control y la regulación del parte del Estado en todas las instancias de la sociedad, incluyendo una estricta normativa que castigue al transgresor?, o es que acaso somos capaces de comprometernos individualmente como ciudadanos para ejercer ejemplarmente, de forma ética, nuestra labor en la sociedad?. En la primera interrogante queda plasmado el sueño de todo Estado y la pesadilla de cualquier ciudadano; mientras que en la segunda, en una utopia del comportamiento social que presumen muchos, pero cumplen pocos.
Independientemente si es esta la mera realidad o es simplemente un fruto de mi imaginación, este galpón logró reflejar la mayoría de los vicios que vive nuestra sociedad, los cuales son los que considero los causantes de que este país se encuentre estancado en la pobreza y la marginalidad, a pesar de vivir en el ciclo alto de las economías sauditas. Me refiero a la pérdida de principios morales y éticos en todas las esferas y todos los ámbitos de la sociedad.
El galpón había sido presuntamente utilizado hasta hace muy poco como centro de acopio y distribución para los Mercalitos en la ciudad de Maracaibo. Desconozco los detalles de los usos que se le daba al viejo galpón de la “indulac”, como se le conoce en el sector la Arreaga de esta ciudad. Lo cierto es que en sus adyacencias se acostumbraba ver día tras día largas colas de vecinos tratando conseguir los productos de la cesta alimentaria. En febrero de este año, el galpón fue saqueado en su totalidad; imagino que seguirá siendo desmantelado y presumo que muy pronto el terreno será invadido. (Para conocer algunos detalles del por qué del saqueo, puede revisar al post Crónicas de un saqueo anunciado)
Típico de nuestro país, todo lo que toca el gobierno, indiferentemente de quién esté a cargo, inmediatamente se corrompe con las típicas prácticas del clientelismo, el compadrimos, el amiguismo, el sobreprecio presupuestario, los sobrepesos de mercancías entre otras prácticas corruptas cometidas por personal de todos los niveles, desde el vigilante que vende puestos en las listas de compradores o usuarios, hasta el gerente o encargado que institucionaliza el procedimiento de “habilitar” trámites o hasta incluso desviar el destino de la mercancía con fines lucrativos. No entiendo por qué la gran mayoría de los que laboran en un cargo público cambian la perspectiva del servidor público para transformarse en una cuerda de choros.
Pero son tan choros los ex-empleados del antiguo depósito que corrompieron el sistema como los compradores o usuarios que pagaban la tarifa; así también los que luego saquearon el galpón para revender la mercancía, igual que los que ahora lo desmantelan para venderlo como chatarra y tampoco se salvan los que esperan el apropiado momento para invadir los terrenos, algunos para vender las parcelitas. Todo el sistema está corrompido, demostrando en última instancia la total pérdida de valores y principios que rijan el comportamiento ciudadano de una manera apropiada.
Indiferentemente de quien esté en el poder; del capital humano que lleve a cabo los programas; de los recursos que se inviertan o de las herramientas que se utilicen, los resultados siempre son los mismos: los ejecutores son las principal traba, la herramientas resultan contaminadas y los recursos terminan siendo la causa del fracaso.
Ante esta circunstancia, concluyo con la interrogante: Se justifica entonces la expansión del control y la regulación del parte del Estado en todas las instancias de la sociedad, incluyendo una estricta normativa que castigue al transgresor?, o es que acaso somos capaces de comprometernos individualmente como ciudadanos para ejercer ejemplarmente, de forma ética, nuestra labor en la sociedad?. En la primera interrogante queda plasmado el sueño de todo Estado y la pesadilla de cualquier ciudadano; mientras que en la segunda, en una utopia del comportamiento social que presumen muchos, pero cumplen pocos.
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