Comparto este buen artículo de Adolfo Salgueiro, publicado en El Universal el 25 de diciembre que describe la situación venezolana y la pérdida de la capacidad de asombro y de reacción de los venezolanos.
Nadie me quiso creer
ADOLFO P. SALGUEIRO
EL UNIVERSAL
Acabamos de regresar de la República Dominicana a donde concurrimos en nuestra condición de miembros del Instituto Hispano-Luso-Americano de Derecho Internacional a su XXVI Congreso. El Ihladi, como su nombre lo sugiere, es una agrupación académica, con sede permanente en España, con casi sesenta años de vida, que agrupa en forma de academia -con número cerrado de cupos- a los más renombrados catedráticos españoles, portugueses y latinoamericanos de esta especialidad a la que quien esto escribe ha dedicado sus mejores afanes por bastantes décadas.
Durante la semana en que estuvimos entregados a ese quehacer las noticias provenientes de nuestra patria, ampliamente difundidas por la televisión local e internacional como también por Internet, fueron tan espeluznantes que promovieron que quienes compartieron las jornadas con nosotros se sintieran legítimamente en el derecho de pedir que satisficiésemos su curiosidad y les diésemos explicaciones acerca de tan bizarras conductas.
¿Cómo es que la Asamblea Nacional, en el término de tan solo dos días, sin discusión alguna y atendiendo una "orden" del caudillo acepte delegar sus atribuciones legislativas no solo por los doce meses que le fueron solicitados sino con una ñapa de seis adicionales?
¿Cómo es que tal entrega de la totalidad de los poderes se verifica ya por cuarta vez en el curso de estos últimos años? ¿Cómo es que una Asamblea cuyo mandato expira en pocos días para dar lugar a otra nueva mucho más plural se permite dejar atados de manos a los legisladores que asumen a principios de enero?
¿Cómo es que tamaño exabrupto no suscita una movilización popular y una ola de protestas y recursos?
Intentamos explicar que el pueblo lamentablemente ha asumido el abuso gubernamental como un acto cotidiano, que tal abuso se reviste de juridicidad formal y que quien pudiera ponerle coto -el Tribunal Supremo- acaba de ser integrado la semana anterior por magistrados que hasta el día antes fueron militantes activos del oficialismo. ¡No lo pueden creer!
Nos preguntan cómo es posible que en un país de casi un millón de kilómetros cuadrados de extensión sea necesario habilitar el despacho presidencial de Miraflores y las oficinas de los ministerios para alojar damnificados cuando hubo tanto dinero, tantas experiencias previas y tanta oportunidad de planificar y ejecutar soluciones dignas y seguras. ¿Qué podemos responder?
Nos consultaban acerca del bizarro episodio de un general que se confiesa "casado" con el régimen y amenaza con la posibilidad de desconocer un resultado desfavorable en la venidera contienda presidencial. Explicamos que tal conducta, en lugar de conducir a la baja inmediata del susodicho oficial más bien resultó en su ascenso a la más alta jerarquía del escalafón militar. ¡No lo pueden creer!
Nos comentan acerca de las "expropiaciones" y nos piden informemos acerca de cómo van los trámites de justiprecio y pago a los expropiados. Se resisten a creer que en la realidad venezolana expropiar equivale a castigar y confiscar, que no se requiere declaratoria de interés público ni trámite alguno que no sea la palabra mágica del caudillo "exprópiese" para que la suerte quede sellada sin apelación posible.
Conversamos sobre los ataques al estamento productivo y los colegas se asombraron al saber que cada hectárea "recuperada" y cada fábrica "expropiada" al poco tiempo dejan de producir y son sometidas al saqueo que muchas veces es de carácter vandálico. ¿Garantía constitucional a la propiedad? No pueden entender que tal axioma dejó de tener vigencia.
Poder Comunal. ¿Qué es eso? Confesamos incapacidad para explicarlo toda vez que ni nosotros mismos podemos descifrar de que se trata.
¿Justicia independiente? No podemos explicar el caso Afiuni, ni el de los comisarios, ni la designación de un tribunal supremo compuestos por militantes incondicionales del régimen.
En fin, nuestros co-congresistas se quedaron sorprendidos y tal vez alguno hasta incrédulo. Al despedirnos nos miraban con cara de tristeza y hasta preguntando por qué retornábamos a un país donde el derecho y la razón han quedado suspendidos en su ejercicio. Explicamos que aquí está nuestra trinchera y que no podemos abandonar espacios; que tamaña locura seguramente no podrá durar por mucho tiempo más.
Así y todo, con la certeza de que nos espera un año venidero peor que el que termina no perdemos la fe y por eso nos unimos al coro de quienes solicitan al Padre y a su hijo Jesús hoy nacido, que con su infinita sabiduría iluminen a nuestros gobernantes para que nos conduzcan por el camino del bienestar y la justicia aun cuando, por el momento, nuestra limitada mente no pueda entender nada.
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