Manuel Malaver
Analitica
Analitica
Que el socialismo del siglo XXI fue una consecuencia del ciclo alcista de los precios del petróleo, puede comprobarse siguiendo la ruta de la revolución chavista que pasó, de democrática a semidemocrática, y de semidemocrática a promover un modelo colectivista en lo económico, y en lo político de partido único y de presidencia vitalicia.
No será fácil que me crean, pero si les digo que cada envión hasta las nubes de los precios del crudo, era celebrado en las Salas Situacionales de Miraflores y del Ministerio del Interior y Justicia como los partes de una batalla que día a día se acercaba a la derrota del enemigo principal, es porque siempre he contado con buena información de dentro del gobierno y podía confirmarlo, además, con las políticas, leyes y decretos que se abrían paso hacia la radicalización del proceso.
Euforia que también se desbordaba en los centros teóricos de la retroizquierda en América y Europa, entre gente como Negri, Ramonet, Galiano y Dieterich que se vanagloriaban de haberle suministrado a Chávez la fórmula para restaurar el socialismo real, vía estrangular al capitalismo con los altos precios de los hidrocarburos; y entre gobiernos, gobernaciones, alcaldías, partidos, sectas religiosas, ONG, individualidades, actores y directores de cine, cooperativas, universidades y hasta escuelas de samba, subsidiarios y subsidiarias de la compasividad de este venezolano dispendioso que decidió salvar a la humanidad, mientras hundía a sus compatriotas.
De ahí que el coro de los clientes de Chávez que salió a celebrar la crisis financiera como prueba de que el capitalismo estaba en fase agónica y era cuestión de semanas para que Estados Unidos, Europa, Japón, China e India se hundieran y aceptaran las recetas de Chávez -pero previo a asegurarse de que pasara lo que pasara con el petróleo nunca les faltaría sus quince y último, sus ayudas, regalos, mesadas, canonjías, diezmos y cooperaciones-, constituían un variopinto microcosmos donde figuraban, por supuesto, los esposos Krichner, el hermano Lula, el camarada Lugo y una comparsa de presidentes centroamericanos y caribeños que están a punto de volver a aprender la lección, de que, “el que se acuesta con locos…amanece en el manicomio”.
De ahí que Doña Cristina Fernández de Kirchner, dejará como único comentario de la quiebra de Lehman Brothers, la afirmación de que se trataba “del fin del modelo neoliberal-capitalista” y que el neopulismo auspiciado por ella y su marido sobrevivía y era la sola opción a elegir; y que el hermano, Lula, cuando le preguntaron en la reciente Asamblea General de la ONU sobre la crisis financiera espetara: “¿Crisis, cual crisis? Pregúntenle a Bush”.
Hoy, al contrario, el Banco Central de Brasil hace lo imposible por defender la paridad del real frente al dólar quemando divisas que no tiene en abundancia, pero que es la única vía para mantener viva una economía básicamente exportadora, y Argentina ve caer a tal foso los bonos de su deuda que de nuevo se ve amenazada por el fantasma de otro default.
Pero en realidad, y hablando como populistas y latinoamericanos, tenemos que admitir que no les faltaba algo de razón, ya que, como era de barajarse, parecía que los precios del crudo no caerían por debajo de los 100 o 90 dólares el barril, y entonces podían esperar que el San Nicolás venezolano siguiera comprando bonos basura de la deuda, vaquillas y maquinaria agrícola en un caso, y en el otro, dándole contratos con sobreprecios a transnacionales como Oderbrecht y Petrobras, y ventajas para que los excedentes de granos y carne brasileños acabaran con la producción agrícola nacional.
Únicamente que la caída de los precios del crudo, no es solo que no se ha detenido entre 100 y 90 dólares el barril, sino que para la próxima semana puede acercarse peligrosamente a la barrera de los 50, y, con esa cifra, fin de la fiesta de contar con Chávez para darse alguna importancia, vender bonos basura, equipos agrícolas chatarra, excedentes alimenticios triangulados desde Estados Unidos y en mal estado, y de todo cuanto podía necesitar un estado socialista rico que había avanzado en el objetivo de destruir su estructura productiva interna porque y que era capitalista.
Pero eso en cuanto a los clientes más distantes, a los que llamo de “segunda generación”, porque en cuanto a los de “primera”, a países de identidad abierta con el chavismo como Cuba, Nicaragua, Ecuador y Bolivia (los de “tercera” serían los países de Centroamérica y del Caribe), el crujir de dientes será aun mayor, ya que eso de financiar la factura, no de un país socialista quebrado, sino de 4, eso solo lo intentó la Unión Soviética y ya sabemos en que barranco terminó.
De modo que, Raúl Castro, Daniel Ortega, Rafael Correa y Evo Morales, tendrán que atenerse a las consecuencias de que los precios del crudo no se colocarán a finales del 2008 a 200 dólares el barril, y a 400 en el 2009, y que de puro atorados salieron a desafiar los mercados mundiales con todos los hierros, a pensar que estaban bajo la umbrela del socialismo petrolero de Chávez y podían seguir jugando a ser los sucesores del Che y Fidel.
Ingenuidad que empujó a Morales a quedarse sin el mercado más importante de la economía mundial, al arriesgarse a que la administración de Bush lo dejara fuera de las ventajas del Tratado de Preferencias Arancelarias por su nula colaboración en la lucha antidrogas, y a Correa a emprender una guerra contra el imperialismo brasileño, ya que de haberla emprendido contra el norteamericano, igualmente hubiera quedado sin el ATPA.
Pero si espectral es el doblar de las campanas por el fin de la marejada del socialismo del siglo XXI como producto de exportación continental, sencillamente aterrador está resultando para el caudillo que a punta de petrodólares pretendió embriagar al país con la ilusión de que se trataba de un modelo viable, favorable a los sectores sociales más vulnerables del país, y por el que valía la pena luchar para mejorar su suerte.
Promesa que jamás se cumplió y siempre quedaba colgada del supuesto de que, como el maná petrolero era infinito, y estaba condenado a gotear con más y más abundancia, entonces algún día permearía hacia los de abajo.
Por eso, puede decirse que, en estricto senso, de la única política que realmente se ocupó Chávez en sus 10 años de desgobierno, fue de la petrolera, que para él suponía, sencillamente, más y más altos precios, y control de PDVSA para usarla como herramienta política que le permitiera promover el socialismo, destruir el capitalismo, a los Estados Unidos, a la democracia, e imponerle a los venezolanos una dictadura de signo colectivista y totalitario.
Y aquí no debemos dejar escapar al doctor Cagliostro de origen alemán, Bernard Mommer, que como su émulo del siglo XVIII con la piedra filosofal, se acercó a la corte del rey del petróleo a venderle la idea de que, con la fórmula de “más precios y menos producción”, se accedía al reino del control absoluto y de la presidencia vitalicia.
“Ábrete sésamo” que olvidaba un detalle, y es que, sin una economía capitalista en ascenso que pague la factura de las inmensas pérdidas que acarrea una economía hiperestatizada, vía la compra de materias primas escasas y manipuladas para que todo el tiempo estén en alza, no hay socialismo que valga, y lo mejor es convencerse de una vez, como ya lo hicieron China, Rusia, y está a punto de hacerlo Cuba, que la única política para acabar con el capitalismo, es con más capitalismo.
Es una lección que ya había dejado a su manera la experiencia socialista cubana, cuyos líderes terminaron endosándole la culpa del fracaso del modelo al embargo norteamericano, como si el objetivo fundamental de la revolución no era, justamente, acabar con el capitalismo gringo de una vez y para siempre.
Y que me parece Chávez acaba de dar por aprendida en esta hora aciaga, cuando dijo el jueves, en un acto con activistas del PSUV, que “Estados Unidos es un gran país, que los dos países, Venezuela y USA, se necesitan al extremo de sobrevivencia y que están condenados a depender uno del otro por los siglos de los siglos”.
O sea, que está apostando a la recuperación del capitalismo y por una razón muy sencilla: si los precios del crudo no vuelven a tomar vuelo aunque sea a niveles racionales, by by concejos comunales, compras de armas a Rusia, petróleo barato para Cuba, China, el Caribe, Centroamérica y para todo el que lo necesite, y sobre todo, adiós amistad de Lula, Evo, los esposos Kirchner, Lugo, Correa, Ortega, Fernández, Arias, Zelaya y de lo que queda de los hermanos Castro.
Y es que ya lo había diagnosticado el psiquiatra Franzel Delgado, cuando dijo que la dolencia básica del paciente, Chávez, es una incurable carencia de amor paternal.
No será fácil que me crean, pero si les digo que cada envión hasta las nubes de los precios del crudo, era celebrado en las Salas Situacionales de Miraflores y del Ministerio del Interior y Justicia como los partes de una batalla que día a día se acercaba a la derrota del enemigo principal, es porque siempre he contado con buena información de dentro del gobierno y podía confirmarlo, además, con las políticas, leyes y decretos que se abrían paso hacia la radicalización del proceso.
Euforia que también se desbordaba en los centros teóricos de la retroizquierda en América y Europa, entre gente como Negri, Ramonet, Galiano y Dieterich que se vanagloriaban de haberle suministrado a Chávez la fórmula para restaurar el socialismo real, vía estrangular al capitalismo con los altos precios de los hidrocarburos; y entre gobiernos, gobernaciones, alcaldías, partidos, sectas religiosas, ONG, individualidades, actores y directores de cine, cooperativas, universidades y hasta escuelas de samba, subsidiarios y subsidiarias de la compasividad de este venezolano dispendioso que decidió salvar a la humanidad, mientras hundía a sus compatriotas.
De ahí que el coro de los clientes de Chávez que salió a celebrar la crisis financiera como prueba de que el capitalismo estaba en fase agónica y era cuestión de semanas para que Estados Unidos, Europa, Japón, China e India se hundieran y aceptaran las recetas de Chávez -pero previo a asegurarse de que pasara lo que pasara con el petróleo nunca les faltaría sus quince y último, sus ayudas, regalos, mesadas, canonjías, diezmos y cooperaciones-, constituían un variopinto microcosmos donde figuraban, por supuesto, los esposos Krichner, el hermano Lula, el camarada Lugo y una comparsa de presidentes centroamericanos y caribeños que están a punto de volver a aprender la lección, de que, “el que se acuesta con locos…amanece en el manicomio”.
De ahí que Doña Cristina Fernández de Kirchner, dejará como único comentario de la quiebra de Lehman Brothers, la afirmación de que se trataba “del fin del modelo neoliberal-capitalista” y que el neopulismo auspiciado por ella y su marido sobrevivía y era la sola opción a elegir; y que el hermano, Lula, cuando le preguntaron en la reciente Asamblea General de la ONU sobre la crisis financiera espetara: “¿Crisis, cual crisis? Pregúntenle a Bush”.
Hoy, al contrario, el Banco Central de Brasil hace lo imposible por defender la paridad del real frente al dólar quemando divisas que no tiene en abundancia, pero que es la única vía para mantener viva una economía básicamente exportadora, y Argentina ve caer a tal foso los bonos de su deuda que de nuevo se ve amenazada por el fantasma de otro default.
Pero en realidad, y hablando como populistas y latinoamericanos, tenemos que admitir que no les faltaba algo de razón, ya que, como era de barajarse, parecía que los precios del crudo no caerían por debajo de los 100 o 90 dólares el barril, y entonces podían esperar que el San Nicolás venezolano siguiera comprando bonos basura de la deuda, vaquillas y maquinaria agrícola en un caso, y en el otro, dándole contratos con sobreprecios a transnacionales como Oderbrecht y Petrobras, y ventajas para que los excedentes de granos y carne brasileños acabaran con la producción agrícola nacional.
Únicamente que la caída de los precios del crudo, no es solo que no se ha detenido entre 100 y 90 dólares el barril, sino que para la próxima semana puede acercarse peligrosamente a la barrera de los 50, y, con esa cifra, fin de la fiesta de contar con Chávez para darse alguna importancia, vender bonos basura, equipos agrícolas chatarra, excedentes alimenticios triangulados desde Estados Unidos y en mal estado, y de todo cuanto podía necesitar un estado socialista rico que había avanzado en el objetivo de destruir su estructura productiva interna porque y que era capitalista.
Pero eso en cuanto a los clientes más distantes, a los que llamo de “segunda generación”, porque en cuanto a los de “primera”, a países de identidad abierta con el chavismo como Cuba, Nicaragua, Ecuador y Bolivia (los de “tercera” serían los países de Centroamérica y del Caribe), el crujir de dientes será aun mayor, ya que eso de financiar la factura, no de un país socialista quebrado, sino de 4, eso solo lo intentó la Unión Soviética y ya sabemos en que barranco terminó.
De modo que, Raúl Castro, Daniel Ortega, Rafael Correa y Evo Morales, tendrán que atenerse a las consecuencias de que los precios del crudo no se colocarán a finales del 2008 a 200 dólares el barril, y a 400 en el 2009, y que de puro atorados salieron a desafiar los mercados mundiales con todos los hierros, a pensar que estaban bajo la umbrela del socialismo petrolero de Chávez y podían seguir jugando a ser los sucesores del Che y Fidel.
Ingenuidad que empujó a Morales a quedarse sin el mercado más importante de la economía mundial, al arriesgarse a que la administración de Bush lo dejara fuera de las ventajas del Tratado de Preferencias Arancelarias por su nula colaboración en la lucha antidrogas, y a Correa a emprender una guerra contra el imperialismo brasileño, ya que de haberla emprendido contra el norteamericano, igualmente hubiera quedado sin el ATPA.
Pero si espectral es el doblar de las campanas por el fin de la marejada del socialismo del siglo XXI como producto de exportación continental, sencillamente aterrador está resultando para el caudillo que a punta de petrodólares pretendió embriagar al país con la ilusión de que se trataba de un modelo viable, favorable a los sectores sociales más vulnerables del país, y por el que valía la pena luchar para mejorar su suerte.
Promesa que jamás se cumplió y siempre quedaba colgada del supuesto de que, como el maná petrolero era infinito, y estaba condenado a gotear con más y más abundancia, entonces algún día permearía hacia los de abajo.
Por eso, puede decirse que, en estricto senso, de la única política que realmente se ocupó Chávez en sus 10 años de desgobierno, fue de la petrolera, que para él suponía, sencillamente, más y más altos precios, y control de PDVSA para usarla como herramienta política que le permitiera promover el socialismo, destruir el capitalismo, a los Estados Unidos, a la democracia, e imponerle a los venezolanos una dictadura de signo colectivista y totalitario.
Y aquí no debemos dejar escapar al doctor Cagliostro de origen alemán, Bernard Mommer, que como su émulo del siglo XVIII con la piedra filosofal, se acercó a la corte del rey del petróleo a venderle la idea de que, con la fórmula de “más precios y menos producción”, se accedía al reino del control absoluto y de la presidencia vitalicia.
“Ábrete sésamo” que olvidaba un detalle, y es que, sin una economía capitalista en ascenso que pague la factura de las inmensas pérdidas que acarrea una economía hiperestatizada, vía la compra de materias primas escasas y manipuladas para que todo el tiempo estén en alza, no hay socialismo que valga, y lo mejor es convencerse de una vez, como ya lo hicieron China, Rusia, y está a punto de hacerlo Cuba, que la única política para acabar con el capitalismo, es con más capitalismo.
Es una lección que ya había dejado a su manera la experiencia socialista cubana, cuyos líderes terminaron endosándole la culpa del fracaso del modelo al embargo norteamericano, como si el objetivo fundamental de la revolución no era, justamente, acabar con el capitalismo gringo de una vez y para siempre.
Y que me parece Chávez acaba de dar por aprendida en esta hora aciaga, cuando dijo el jueves, en un acto con activistas del PSUV, que “Estados Unidos es un gran país, que los dos países, Venezuela y USA, se necesitan al extremo de sobrevivencia y que están condenados a depender uno del otro por los siglos de los siglos”.
O sea, que está apostando a la recuperación del capitalismo y por una razón muy sencilla: si los precios del crudo no vuelven a tomar vuelo aunque sea a niveles racionales, by by concejos comunales, compras de armas a Rusia, petróleo barato para Cuba, China, el Caribe, Centroamérica y para todo el que lo necesite, y sobre todo, adiós amistad de Lula, Evo, los esposos Kirchner, Lugo, Correa, Ortega, Fernández, Arias, Zelaya y de lo que queda de los hermanos Castro.
Y es que ya lo había diagnosticado el psiquiatra Franzel Delgado, cuando dijo que la dolencia básica del paciente, Chávez, es una incurable carencia de amor paternal.
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