Jamaica, Kenia, Etiopía, Georgia, Cuba, Mongolia, Zimbabue, Azerbaijan, Uzbekistán, Indonesia, India, Camerún, Nigeria, Argelia, Marruecos, Tayikistán, Ecuador, Sudán, Vietnam, Armenia, Egipto, Moldova y Togo. Todos estos son países de los cinco continentes, con grandes diferencias en cultura, religión, niveles de desarrollo, sistema de gobierno y presencia de libertad, pero todos tienen algo en común, un elemento en el que coinciden a la exactitud, y es que ninguno de estos países posee un nivel de Renta Per Capita (PIB entre total de habitantes) superior al de Venezuela. (Fuente: Wikipedia)
En términos generales se puede concluir que todos estos países son más pobres que Venezuela, en algunos casos, la comparación es mezquina, dadas las paupérrimas condiciones económicas, incluso, de crisis humanitaria como es el caso de algunos países africanos.
Pero hay otro elemento coincidente entre estás naciones, si consideramos compararlas con nuestro país, y es que Venezuela no pudo superar a ninguno de estos países en el cuadro general de medallas de las Olimpiadas recientemente culminadas. (Fuente: Espndeportes). Una noticia como esta no es para alegrarse, ni para sentirse decepcionado con nadie, ni para culpar a nadie, una noticia como esta solo puede producir un sentimiento de tristeza nacional.
Cada derrota de los representantes venezolanos en las olimpiadas no solo afectaba el ánimo de los atletas, el orgullo de los entrenadores, el autoestima de la delegación, o la matriz de opinión el contra del gobierno; no, más bien, cada uno de los venezolanos sentía la derrota como suya, y considero que esto va más allá de un sentimiento particular del escritor, creo que el que es venezolano y se siente orgulloso de serlo sentía lo mismo que acá estoy describiendo.
No se trata de echarle la culpa al gobierno, a los atletas, a la preparación, a la edad de los deportistas, a la mala suerte, al clima, al cambio de horario y pare de contar. Es mucho más allá de esos elementos que ejercen esa influencia negativa y produce tropiezos en todas las delegaciones.
Considero que nuestra actuación en toda la historia de las olimpiadas ha sido deficiente en general por el gran obstáculo que representa nuestra poca cultura deportiva. Los venezolanos en general somos malos ejemplos para nuestros hijos. Los niños venezolanos no ven a sus padres asistir cada fin de semana a eventos deportivos, o ser llevados por sus parientes los diferentes parques deportivos para que se hagan desde chicos de la práctica de algún deporte. Al menos no se hace de manera masificada.
Por el contrario, los chamos ven como cada fin de semana los viejos van a “echarse los palos” y a jugar dómino, bolas criollas y a montar un sancocho o una parrilla. Ese es el ejemplo a seguir en la mayoría de los casos.
Ante costumbres como estas podremos ser los seres humanos más felices del mundo, pero cada vez que termine unas olimpiadas estaremos ubicados entre los más desdichados, culpado por su puesto al gobierno de turno.
Creo que ya es hora de que cada venezolano asuma su rol como ejemplo para nuestros hijos, y que el entretenimiento de cada fin de semana, antes que la cerveza y los vicios, sea de ahora en adelante disfrutar con nuestros hijos en los parques, estadios, canchas o terrenos.
Es una cuestión de cultura, de respeto y atención a nuestros hijos y a nosotros mismos, a nuestro cuerpo, a nuestro hígado, nuestro corazón, y al final a nuestro país.
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Raúl Baltar Estévez: la pasión por correr:
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