Por Alberto Barrera Tyszka | Prodavinci
La imagen se cuela debajo de tus ojos. No sabes cuándo la viste. ¿Fue esta mañana, en un tuit, después de cepillarte los dientes? ¿Te la mandó tu hermana por teléfono? ¿O la imaginaste con brutal nitidez cuando, al final de la tarde, la comentaron en la radio? La imagen sigue ahí. Tras tus párpados. Titilando. Aún a las doce de la noche. Es la espalda de un muchacho que no llega a los 20 años. Está llena de hoyos. Disparos. Alrededor de cada agujero la piel se levanta. Parece un retrato de ciencia ficción. Cuando despiertas en la mañana, la imagen sigue ahí. Se ha mudado dentro de ti. Y duele. Y se queja. Y cruje. Y tú sientes ese dolor, ese ay, ese crujido. Tú sientes la impotencia, la rabia, el ácido. Cómo arden las lágrimas antes de salir. CLIC AQUI para seguir leyendo...
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